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Todos en nuestra vida diaria usamos múltiples aparatos eléctricos y electrónicos que, cuando finalizan su vida útil, necesitan un tratamiento específico de sus residuos ya que resulta clave para una correcta gestión de sus materiales, ayudando de esta manera a la protección ambiental y a la economía circular.
Por esta razón, las administraciones públicas y entidades privadas trabajan para garantizar que cada dispositivo que llega al final de su vida útil reciba un tratamiento seguro y eficiente.
Inicio del proceso
Este es un proceso que comienza con la recogida de los dispositivos en los puntos limpios, puntos de venta de los distribuidores o tiendas, instalaciones de recogida de las Entidades Locales, o en redes de recogida de RAEE domésticos establecidas por los productores a través de los SCRAP , donde la ciudadanía tiene la oportunidad de depositar estos aparatos que han finalizado su vida útil.
Una vez en estos emplazamientos, los residuos se transportan a instalaciones autorizadas para su tratamiento, donde se lleva a cabo una clasificación por categorías, momento esencial para asegurar el tratamiento adecuado, garantizando que cada uno de ellos reciba el proceso correspondiente.
Descontaminación, recuperación y revalorización de materiales
Cuando ya se ha clasificado el producto, los aparatos pasan por la fase de descontaminación, en la que se extraen elementos que requieren un manejo especial, como baterías, gases refrigerantes, aceites, condensadores y otros componentes que podrían afectar al medio ambiente o a la salud si no se tratan correctamente.
Seguidamente, los equipos se desmontan y procesan para separar y recuperar materiales como metales, plásticos, vidrio y componentes electrónicos. Un proceso que se desarrolla mediante técnicas de separación mecánica y tecnologías avanzadas, transformándose de nuevo en materias primas que pueden volver a la industria, reduciendo la extracción de recursos naturales y contribuyendo a la economía circular.
Gracias a este proceso, un aparato que ya ha finalizado su vida útil deja de ser un residuo y se convierte en una oportunidad, pudiendo formar parte de nuevos productos gracias a su transformación en materia prima y, de esta forma, provocando un impacto ambiental significativamente menor.



























